Del paisaje Chinanteco a la herbolaria Triqui; de los cultivos Tojolabales
a las danzas Zoques; de la carrera de bola Rarámuri a los juguetes Kiliwuas;
de los juegos tradicionales de la comunidad Kumiai a la alfarería Zapoteca; de
la vivienda Ñañhú a las fiestas de los Tutunaku; de la comida con los Chinos
de Mexicali a los huipiles Amuzgos... Si todos los mexicanos pudiéramos hacer
un recorrido como éste, en el que nos encontráramos con la enorme riqueza
cultural que nos rodea, ¿acaso serían posibles las expresiones y actitudes de
racismo con las que convivimos día con día?
Cuando documentamos las cientos de historias que conforman la serie "Ventana a
mi Comunidad", nos dimos cuenta de la enorme importancia que supondría el
conocimiento de este patrimonio para la toma de conciencia sobre nuestra
problemática y la identidad plural mexicana.
Por Joaquín Berruecos
A Quetzalli Sotelo, incansable compañera de este noble proyecto
Vivimos en un país donde las injusticias, el menosprecio y la ignorancia hacia nuestra diversidad cultural se manifiestan cotidianamente. La falta de interés por conocer y convivir con identidades diferentes, aunada al abismo socioeconómico que separa a unos de otros, ha desencadenado actitudes de racismo que, inclusive, han llegado a convertirse en un lugar común, fijándose en expresiones peyorativas y ofensivas cuyo desprecio a veces no somos siquiera capaces de reconocer. Sin embargo, como contrapeso, en México se desarrollan importantes acciones con las que se contribuye a la ardua tarea de alejar a la sociedad de ese lastre.
Con este reportaje quiero hacer colectiva la gran experiencia que significó para mí el codirigir, junto con Quetzalli Sotelo, un gran proyecto de producción de material educativo denominado "Ventana a mi Comunidad". Este proyecto se gestó en el seno de una importante misión a la que se han dedicado unos cuantos especialistas: la educación intercultural, disciplina perseverante que ha logrado, entre otras muchas cosas, introducir en nuestro sistema educativo una serie de cambios que, a su vez, han conseguido una notable disminución de los problemas de incomprensión y racismo, promovidos, fundamentalmente, por la ignorancia.
Cuando en el 2001 se creó la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe (CGEIB) en la Secretaria de Educación Pública, por primera vez se planteó de manera institucional la necesidad de fomentar la educación intercultural para toda la población. A partir de esto, rápidamente comenzaron a generarse y, más tarde, a cristalizar ideas y proyectos tan ambiciosos como esperanzadores; un ejemplo de ello fue la creación de las universidades interculturales que, a partir del 2004, empezaron a edificarse en el país. Pero, antes de esto, ya existían numerosas peticiones que surgían en diferentes grupos y organizaciones vinculadas a comunidades indígenas, que solicitaban al gobierno federal respuestas a reivindicaciones tan fundamentales como lo es la formación educativa. Ciertos movimientos articulados en pueblos indígenas del estado de México, como los Mazahua y los Otomí (ñañhú), sirvieron para analizar en distintos foros, las limitaciones a las que se habían enfrentado, desde los años setenta, los jóvenes integrantes de esas y otras comunidades, sobre todo en lo que respecta a los múltiples obstáculos que encontraban para acceder a servicios educativos de calidad, especialmente en el nivel superior. Si se contabilizan las estadísticas de la matrícula escolar, resulta fácil comprobar el escaso número de estudiantes provenientes de estas comunidades que lograban insertarse a nivel universitario en instituciones que normalmente enfocan sus esfuerzos en atender a los estudiantes que han crecido en zonas urbanas más que en las rurales; además, problema agravante, la educación en esas instancias se hace en español.
A partir de la detección de estas inquietudes, surge la idea de construir universidades ubicadas en las cercanías de ciertas zonas en las que existían demandas educativas. Al consolidarse la idea y con el inicio de la edificación de estas instituciones, se logró que, paulatinamente, muchos de los jóvenes de diversos pueblos indígenas, por primera vez pudieran acceder a un sistema de educación superior. Incorporar otras generaciones a estas opciones universitarias propició el desarrollo de innovaciones educativas que, pronto, generaron nuevas propuestas, tan abundantes como creativas, que pudieron extender la educación intercultural para una mayor integración de las comunidades marginadas.
Si este enfoque resultó efectivo en las nuevas universidades interculturales, se podría pensar en exportar el modelo a otras instancias educativas que apliquen paralelamente algunas de las ideas y experiencias en sus centros de trabajo, con el objetivo ulterior de inducir cambios globales en las actitudes hacia las comunidades indígenas del país. Evidentemente, los más grandes esfuerzos deben ir dirigidos a la educación primaria, ya que es precisamente en los niños donde es más fácil erradicar las actitudes de menosprecio hacia los demás.
A lo largo de los 10 años que lleva trabajando la CGEIB y, a pesar de las enormes limitaciones económicas con las que hasta ahora viene operando, se logró, entre otras muchas acciones, que el país se pusiera a la vanguardia en esta importante misión. Con el paso de los años se ha conseguido que en la educación formal permee, aunque lentamente, el concepto de enseñanza intercultural. Si esto sigue cultivándose, podría esperarse que algún día, más allá de reconocer que en México coexisten muchas culturas que son interesantes, "muy nuestras" y "bonitas", los niños hagan suyos los valores de respeto y justicia.
Para que se pueda crear una educación en y para la interculturalidad, resulta muy importante contar con material didáctico adecuado que facilite el conocimiento de la riqueza cultural que aún se mantiene viva en las diferentes comunidades mexicanas.
Como dice la Mtra. Sylvia Schmelkes, notable conocedora y promotora del tema de la
interculturalidad: "lo que se desconoce, no se puede apreciar". Es un hecho que la mayoría
de los niños mexicanos desconoce lo que sucede en la cotidianidad del mundo rural.
Fue, pues, en la CGEIB donde encontramos eco y cobijo para llevar a cabo este proyecto.
Nosotros, en Videoservicios Profesionales, hemos trabajado desde hace 35 años en el campo
de la producción de materiales audiovisuales para al apoyo del proceso de enseñanza-aprendizaje;
pero, en esta ocasión, teníamos el reto de imaginar cómo realizar ciertos mecanismos eficaces
que sirvieran para complementar las nuevas ideas que se estaban gestando.
La primera etapa del proyecto consistió en la elaboración de un plan piloto, integrado por tres
videos, para buscar a los posibles patrocinadores de la idea. Con este material participamos y
ganamos un concurso de la "Fundación Telefónica" que aportó los recursos económicos para la
producción de una serie de 48 videos.
Al lado de Quetzalli Sotelo, que recientemente se había integrado a nuestra empresa, iniciamos el diseño de un plan de trabajo apropiado para recorrer el enorme y oculto territorio mexicano. Ella, comprendiendo las tesis propuestas por la CGEIB, colaboró con entusiasmo y eficiencia en el planteamiento de las estrategias necesarias para iniciar el proyecto. Sugirió que los conductores de las historias podrían ser los niños que viven en las diferentes entidades culturales del país, idea fundamental para la generación de un modelo de comunicación horizontal directo de niño a niño. El registro se haría en video y, para afectar lo menos posible a los protagonistas, se utilizaría sólo el equipo indispensable.
Así fue como se inició la búsqueda de algo que simplemente desconocíamos, pero, para nuestra sorpresa, los niños, con naturalidad y entusiasmo, comenzaron a abrirnos multitud de ventanas, a través de historias entrañables nos mostraban los diferentes aspectos de su vida cotidiana. Cómo viven, cómo estudian, cuáles son sus leyendas, cuáles las condiciones en que se encuentra su medio ambiente, cómo conservan su lengua y cuáles son los secretos que tienen para confeccionar su ropa, su comida y su vivienda. También nos describieron cómo trabajaban en las largas jornadas del campo y qué hacían para organizar sus fiestas tradicionales, cuáles eran las reglas de sus juegos autóctonos, etc. Al terminar el día, teníamos ante nosotros un cúmulo de nuevas experiencias tan interesantes como diversas.
Chan camina en su selva, con el ruido de fondo que producen los ríos, las aves y los monos aulladores. Ahí donde se respira el aire más puro, nos cuenta cómo su padre derribó un árbol, lo ahuecó y de él hizo una dinámica balsa con la que esa mañana, en medio de la densa neblina, recorrería su laguna en Metzabok. Vale la pena imaginar cuál sería el impacto de la riqueza sonora y visual de ese entorno en las mentes de los niños de nuestras ciudades, acostumbrados al ruido de los automóviles, al efecto de sus emisiones y al escenario del tráfico.
El paisaje chinanteco... en medio de una fantástica vegetación, Juan nos cuenta que sólo ahí, en su bosque, se pueden abrazar esos enormes árboles milenarios, porque en otros países sólo los conocen en los libros especializados; nos dice que son fósiles vivientes, seres milenarios que sobrevivieron después de las glaciaciones, debido a las condiciones geográficas de ese recinto particular y milagroso que es el bosque Chinanteco. Afirma que es una experiencia que seguramente envidiarían científicos de todo el mundo.
La herbolaria indígena... mientras vamos caminando, Raymundo nos dice que ahí la farmacia está a tus pies, con sabiduría nos describe la cantidad de propiedades de las diversas plantas que abundan por el sendero, mismas que reconoce a la perfección. Esa flor cura la tos, aquella corteza es para los golpes, con esta raíz se remedian los dolores de riñón.
Los retos para la realización de este tipo de videos siempre se multiplican. Para poder producir un material adecuado a las necesidades propuestas por la CGEIB, era necesario visitar muchas comunidades que, con frecuencia, están lejos de los centros urbanos y, dependiendo de la época del año, presentan serios problemas de acceso. Sin embargo, lo más difícil era la manera de plantear la comunicación con los niños. Nos preocupaba que, al irrumpir la tranquilidad de sus espacios con la modernidad y parafernalia tecnológica, hubiera rechazo. Pero ese problema prácticamente nunca existió. Los niños son los perfectos interlocutores de lo que sucede en sus comunidades y esto se puede comprobar al ver cómo se desenvuelven en los programas.
La necesidad de recorrer el gran número de comunidades en donde se hablan las decenas de lenguas reconocidas en el país, nos obligó desde el inicio, a reducir a sólo tres días la visita para cada locación y trabajar con esa limitante. Buena parte del primer día lo dedicábamos a conversar con las autoridades, a conocer las escuelas y a visitar a las familias para obtener los permisos necesarios. Esto también era de gran utilidad para detectar a los mejores protagonistas, ganar su confianza, explicarles la mecánica del trabajo y descubrir las mejores historias. Posteriormente se elaboraba el guión y se corroboraba con las autoridades y los viejos de la comunidad para verificar la autenticidad del texto y su aprobación. Los días siguientes salíamos a capturar las imágenes y las anécdotas que los niños nos regalaban generosamente con naturalidad. Las sesiones terminaban ya entrada la noche con las emotivas pláticas de nuestros magníficos anfitriones. Quetzalli preparaba de manera efectiva y afectiva a nuestros pequeños cronistas, les permitía que expresaran sus ideas libremente y sin interrupciones, para obtener un mensaje auténtico; todo esto se registraba y se organizaba. La dignidad que caracteriza a los habitantes de las comunidades es algo muy palpable en los videos ya editados.
Cuando se inició el proyecto, existían dudas sobre la dificultad para desarrollarlo, pero el trabajo fue sumamente satisfactorio; los niños nos acercaron a su verdad con frescura e ingenuidad. Posteriormente, los auditorios se han conmovido y sorprendido por el enorme conocimiento que ellos tienen sobre todo lo que les rodea.
Después de los primeros ejercicios ya no fue necesario preguntarnos ¿podrán hacerlo?
Al principio, cuando trabajamos con los niños de una comunidad Mazahua en el estado de México,
descubrimos emocionados, lo fácil que era detectar la cantidad de historias singulares que tenían.
Cualquier persona que busque estas crónicas, por ejemplo en nuestro canal por Internet o en
YouTube, podrá conocer el enorme esfuerzo detrás de la elaboración del más simple de los artículos
de limpieza de la cocina, el zacatón de los Mazahuas. Ahora, toda esa esencia de los pueblos
indígenas que visitamos, está inmortalizada en los videos de "Ventana mi Comunidad".
Con el producto terminado nos dimos a la tarea de llevar la obra final a su lugar de origen, en donde habían nacido las historias; captamos la emoción de los niños al reconocerse, y era algo que también se compartía con los habitantes de la comunidad. Fue curioso ver el asombro del público por la manera de expresarse. Descubrimos que el saber popular se encuentra fragmentado, de tal forma que las historias que unos cuentan, otros las desconocen. Por ejemplo, cierto campesino, experto en técnicas agrícolas, puede no saber cómo teje su vecina un sofisticado huipil; a veces el mejor alfarero no conoce el procedimiento que utiliza su esposa para elaborar el alimento que él disfruta. En nuestras presentaciones, era muy interesante verlos descubrir con sorpresa sus propias historias en la pantalla.
El día de la presentación del video de la comunidad Popoloca del estado de Puebla, nos
encontramos con una plaza llena que disfrutaba de una versión de su cotidianidad, narrada con las
voces frescas de sus niños; fue inolvidable cómo, a lo largo de ese evento irrepetible, resonaron
en lengua indígena las palabras de los viejos del pueblo que, orgullosamente complementaban lo que
acabábamos de hacer colectivo a través del video. Ahí sentimos muy de cerca a una multitud
respetuosa honrando con su atención y silencio a quienes aún conservan la invaluable tradición de
hablar con la lengua de sus antepasados.
Los niños, al ver sus historias retratadas, confirman que lo suyo es valioso y que, además, es
apreciado más allá de donde viven.
Así fue como regresamos con los productos finalizados a las comunidades de origen, pero también los llevamos a otras muy lejanas donde descubrimos que había mucho interés por lo que se les presentaba; en poco tiempo fue evidente notar el cambio de actitud hacia lo desconocido y no era difícil que pasaran del desprecio, fruto de la ignorancia, al aprecio que genera el contacto con esas pequeñas historias de vida cotidiana. Abrir de manera tan sencilla las ventanas hacia la vida del otro resulta una experiencia muy valiosa, lo lejano se convierte en algo próximo y se crean hermosos vínculos de acercamiento.
Era necesario buscar todos los canales posibles para que las historias que encontrábamos por doquier pudieran ser redistribuidas posteriormente entre los millones de niños que diariamente pasan horas en sus escuelas.
Un trabajo que no se va a difundir es mejor no hacerlo, me decía un viejo amigo dedicado al cine, y es que ¡cuesta tanto trabajo hacer las cosas para que luego nadie las conozca!; o, peor aún, para que el trabajo terminé archivado en algún cajón. Es fundamental pensar en la distribución de los productos, incluso antes de elaborarlos; ahora estábamos ante un gran problema: si queríamos que los videos llegaran primero a todos los niños de edad escolar, la mejor manera era llevarlos hasta las escuelas, pero eso resulta ser una tarea monumental y, para que esos millones de espectadores pudieran tener a la mano las historias de "Ventana", primero había que encontrar una forma de replicar el trabajo y, luego, algo aún más difícil, hacerlo llegar hasta sus centros educativos. Todo fue cuestión de articular voluntades y fue precisamente eso lo que se propuso hacer la CGEIB, a través de un convenio con la Coordinación para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Se obtuvieron cien mil copias de los primeros seis pueblos y, más tarde, mediante otro convenio con la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito (CONALITEC), se logró transportar los videos en los miles de camiones que, año con año, reparten los millones de libros de texto gratuito que llegan a toda la República. Tal vez éste fue el primer experimento de distribución de un material con estas características, además, la CGEIB ya había producido unos estupendos materiales de apoyo complementario para cada uno de los seis videos y juntos llegaron a todos los rincones del país.
Aunque inicialmente se planteaba como objetivo principal que los productos llegaran físicamente a las más de cien mil escuelas del país, también se pensó en abarcar a un público más amplio mediante una estrategia que permitiera acceder a los diferentes medios de comunicación masiva.
Nuestro trabajo también entusiasmó a gente del Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE) que, a través de su Red Escolar, creó un programa excelente, basado en los materiales de "Ventana a mi Comunidad" y logró vincularlo con miles de escuelas que están conectadas a su sistema, vía Internet.
En el año 2011 iniciamos un proyecto cuyo objetivo era generar canales de televisión que funcionan mediante el sistema de video bajo demanda, herramienta fundamental para aprovechar las innegables ventajas que ahora ofrece la red en Internet, así como para facilitar la distribución masiva de materiales en video. Con esa nueva opción en nuestras manos, enfocamos nuestras energías en promover el conocimiento del proyecto por esta vía, de tal forma que, recientemente, desarrollamos el canal de televisión para Ventana a mi Comunidad, sistema gratuito accesible a todos los navegadores del espacio cibernético y cuyas fronteras no se restringen a los confines de nuestro país, sino que pueden alcanzar cualquier lugar del mundo (canalventanaamicomunidad.tv).
Cuando ya se habían concluido los primeros 30 videos, entramos a la televisión. Desde entonces, miles de veces se han transmitido nuestros trabajos. Los primeros se divulgaron en Aprende TV, Canal 11, Canal 22, TV UNAM, luego en canales con más acceso a zonas rurales como TV Mexiquense y de ahí se sumaron los cableros. Es bueno saber y aprovechar que, a lo largo de todo el país, se cuenta con una enorme red de televisoras públicas y privadas en las que no es difícil integrar materiales de este tipo.
Durante la realización del proyecto, nos dimos cuenta de que, además de registrar historias, éste podría ser también un nuevo modelo para comunicar al enorme auditorio infantil de nuestro país, de tal forma que se promoviera el desarrollo de las propuestas de implementación de la educación intercultural.
Una parte del material de los primeros 24 videos fue sometida a una evaluación diseñada y
patrocinada por la UNICEF y la OEI, instancias que querían saber cuál era el impacto que podía
tener "Ventana a mi Comunidad" en escuelas primarias del DF. Durante un año financiaron un estudio
sobre el uso de la serie con alumnos, maestros y directivos de más de 600 escuelas de la ciudad de
México; los resultados fueron muy alentadores. Esto se llevó a cabo en octubre y noviembre de 2006
y su intención era obtener recomendaciones que permitieran optimizar los materiales, para proponer
estrategias de difusión en más escuelas. Fue una experiencia muy importante, porque permitió
constatar que, para los niños de la ciudad, el conocimiento de los pueblos indígenas, además de
ser enriquecedor, genera un genuino interés. Después de la proyección de los materiales en el aula,
la mayoría recuerda los nombres de los pueblos indígenas que vieron en los videos; reconocen de
dónde son algunos de sus parientes y cómo viven; se dan cuenta que hablan y se visten de otra
manera y que tienen costumbres diferentes.
Algunos comentarios:
"...les gustó cómo era antes"
"...les gustó dónde vivían y cómo era su vida; cómo es su flora y su fauna y, también su vestimenta"
"...están en mi libro de Historia..."
Estas expresiones revelan que, aunque las imágenes de los videos son actuales, algunos niños
llegan a pensar que estas cosas sucedían antes y no siempre lo asocian al presente; incluso, un
estudiante expresó que los indígenas que conoce en la ciudad son pobres y no como se muestran en
los videos.
A los alumnos generalmente les agradan los lugares donde habitan los pueblos indígenas, su
medio ambiente, los animales y las plantas, o la manera en que siembran en el huerto familiar;
también les gusta su vestimenta, de qué se alimentan y cómo preparan sus platillos; asimismo,
aprecian sus fiestas tradicionales, cómo trabajan la tierra y posteriormente recuerdan muchas
de las escenas de los niños indígenas que cuentan sus experiencias.
A través de sus comentarios nos damos cuenta también de que descubren las diferencias culturales,
no sólo de los pueblos indígenas mexicanos, sino también de la existencia de otras en lejanos países
que tienen diferentes lenguas y costumbres. Así, hacen patente su interés por interactuar con esas
culturas distantes y distintas.
Alumnos de quinto y sexto grados de primaria preguntaron si era posible que "ayudáramos a otras
culturas indígenas para que aprendan como nosotros" y "tenemos que comunicarnos más con los que
tienen otras lenguas y hay que conocer sus idiomas".
En la escuela Roberto Koch del D.F. se detectó una situación interesante: una niña sufría las burlas
de sus compañeros porque la madre Mazahua tenía la costumbre de usar la vestimenta típica de su
comunidad; la comparaban burlonamente con La India María. Después de ver algunos de los videos, los
maestros y los alumnos de esta escuela tuvieron la iniciativa de organizar una semana intercultural
en la que cada grupo adoptaría a alguna de las comunidades; fue emocionante ver la enorme cantidad
de información que habían reunido, pero, sobre todo, era admirable la forma en que la exponían. Con
tan poco tiempo de preparación, ya habían hecho suyas cuestiones que antes les eran ajenas. Nos
invitaron a la clausura del evento y fue muy emotivo escuchar a la hija de esa señora Mazahua
conduciendo con distinción la ceremonia en su lengua materna. Pudimos comprobar en la cotidianidad
educativa lo sencillo que es revertir las actitudes de racismo y menosprecio hacia las culturas
minoritarias de nuestro país; de esta manera, se pone en evidencia que el camino para respetar y
valorar la enorme riqueza cultural que tenemos frente a nosotros no es intransitable.
Muy lejos de sus sitios de origen, los testimonios mexicanos fueron adoptados por los niños uruguayos. Bibiana Riess, una activa promotora de nuestro trabajo, comprobaba, con lágrimas en los ojos, la facilidad con la que estos niños tan distantes entendían en muy poco tiempo y a plenitud el mensaje de una vieja leyenda Mixe sobre la petición de deseos en una montaña. Al terminar la proyección del video, se les pidió a los niños uruguayos que reinterpretarán la idea con dibujos propios, para demostrar cómo la habían asimilado... los resultados son emocionantes. De esta forma, nuestros videos fueron adoptados por el proyecto Ceibal, envidiable sistema uruguayo que dotó a todos los estudiantes de computadoras con interconectividad.
Hoy en día, en cientos de foros por todo el mundo resuenan con vehemencia las profundas tesis
de la interculturalidad que insistentemente se plantean miles de expertos. Personajes como
Sylvia Schmelkes, fundadora de la CGEIB, insisten en demostrar que, al margen de la enseñanza sobre
la interculturalidad, debe reconocerse el enorme valor de las diferentes culturas que nos rodean;
hay que respetarlas y valorarlas para que algún día puedan llegar a mitigarse las grandes
asimetrías presentes en nuestros países.
Pese a que estamos envueltos en leyes y organismos que proponen y promueven la igualdad, en el
México de hoy es muy común encontrar actitudes de desprecio hacia las poblaciones indígenas. Esto es
difícil de cambiar, especialmente en los adultos que han crecido muy lejos de los valores y conceptos
que existen en esas poblaciones; tal vez podríamos imaginar otras perspectivas, si a la enorme cifra
de niños que llenan las aulas en las escuelas del país se les acercara esa vasta cultura escondida en
numerosas comunidades mexicanas.
Con este experimento pude confirmar mi confianza en la importancia del trabajo documental,
testimonial y de registro; es posible hacer algo colectivo con las experiencias personales y
particulares.
Durante cuatro años nos compenetramos con la esencia de la interculturalidad en muchas comunidades,
visitamos la selva, caminamos por las montañas y el desierto, aprendimos de los viejos, nos enteramos
de sus problemas y en dónde ponían sus ilusiones, nos cobijaron en sus casas y nos compartieron sus
alimentos, nos contaron sus leyendas, nos cantaron sus historias y también compartimos sus tristezas.
Quizá sea posible que algún día se logren atenuar las actitudes racistas, implementando la distribución más amplia posible de proyectos como "Ventana a mi Comunidad". Y su divulgación se facilitará cuando se propongan desde un principio como productos no lucrativos y de dominio público.
Abrir todas las ventanas posibles para que, a través de ellas, las diversas comunidades de nuestro país nos cuenten a todos sus historias, puede ser una de las muchas formas para valorarlas. Es bien sabido que el desprecio, tan cercano al racismo, está muy cerca de la ignorancia y, para combatirla, hay que hacerlo desde los valiosos espacios que brinda el sistema educativo en las decenas de miles de escuelas de nuestro país. Ésta es una tarea posible.
Joaquín Berruecos
Ciudad de México, noviembre de 2011
Última modificación: 6 de julio de 2019